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Los químicos no somos tan malos como los villanos del cine

Uno de los estereotipos más difundidos en la cultura popular es el del científico loco.

Obras de ficción como Frankenstein, El hombre invisible o El extraño caso del doctor Jeckyll y Mr. Hyde han terminado dando una imagen bastante negativa de los profesionales que nos dedicamos a disciplinas científicas como la química.

Quizás sea porque, según un estudio de Christopher Fryling —que analizó 1.000 películas de terror distribuidas en Gran Bretaña entre los años 1930 y 1980—, el 30% de las cintas incluían a un personaje malvado que tenía muchas de las características propias de un científico loco.

El análisis, además, aseguraba que el 40% de las amenazas que provocaban miedo a los espectadores eran causadas por ficticios avances de la ciencia, en contraposición al escaso 1% de científicos que se comportaban como héroes en esas películas de terror.

El cliché del científico malvado ha calado tan hondo en la población que la gente está empezando a considerar como ciertas, incluso, absurdas leyendas urbanas relacionadas con la química que carecen de todo fundamento.

Como siempre decimos en este blog, los avances de la química han proporcionado a la humanidad un grado de bienestar y desarrollo elevadísimo.

De hecho, de no ser por los procesos químicos que permiten registrar en una película de celuloide las escenas tomadas por una cámara cinematográfica, muchas de las obras de las que vamos a hablar en este artículo no se habrían producido nunca.

Como ya habrás adivinado, en este post vamos a mostrarte que los químicos no somos tan malvados como nos sacan en las películas.  

5 películas sobre científicos locos

La ficción siente especial atracción por el arquetipo de científico loco.

Y algunas películas han pasado a la historia por la gran caracterización que hacen de químicos inquietantes, siniestros o, sencillamente, diabólicos.

Estas son nuestras 5 películas favoritas sobre químicos malvados.

Frankenstein (1931)

El clásico del terror basado en la novela de Mary Shelley ha sido reinterpretado cientos de veces en todo tipo de formatos.

Pero nosotros nos quedamos con la versión encarnada por Boris Karloff, que es la que se ha quedado clavada en el imaginario cultural, siendo el claro paradigma de monstruo creado a partir de los restos de distintos cadáveres.

Y si quieres reirte un poco, la otra opción sería El jovencito Frankenstein.

En ambas versiones se presenta a un doctor Frankenstein ensoberbecido, obsesionado con imitar a Dios a través de la ciencia…

Dr. Jekyll y Mr. Hyde (1931)

Aunque se han rodado decenas de versiones, la mejor de todas es, sin ninguna duda, la de Rouben Mamoulian.

En ella, Frederic March ganó un premio Óscar interpretando a un químico que crea una pócima que permite separar la personalidad más bondadosa de la parte más malvada que cada uno lleva dentro.

También hay una divertida comedia basada en esta historia titulada El profesor chiflado (protagonizada por Jerry Lewis).

El hombre con rayos X en los ojos (1963)

El profesor Xavier está experimentando una sustancia que aplicada en los ojos permite ver mucho más allá de lo normal.

Pero, como es habitual en este tipo de películas, el experimento se descontrola cuando lo prueba sobre sí mismo. Y es entonces cuando sus ojos empiezan a emitir rayos X…

Dirigida por Roger Corman y protagonizada por Ray Milland, es otro de los clásicos del terror basados en el estereotipo del científico prepotente, que no duda en experimentar consigo mismo debido a su convencimiento de que está en lo cierto.

Wonder Woman (2017)

La Mujer Maravilla se tiene que enfrentar a una científica malvada —la doctora Poison—, que pretende crear con sus experimentos químicos un súper-ejército con el que Alemania podría ganar la Primera Guerra Mundial.

Este personaje de cómic, que actualmente es interpretado por la actriz española Elena Anaya, cumple con todos los requisitos de científico loco que produce pánico debido a sus intenciones siniestras (y también por su cara desfigurada que oculta con una máscara).

El hombre sin sombra (2000)

Otra de las películas que mejor han reflejado el arquetipo de químico loco, cegado por su soberbia, es El hombre sin sombra.

Basada en el relato de H.G. Wells El hombre invisible, esta versión de Paul Verhoeven —protagonizada por Kevin Bacon— muestra cómo un científico megalómano decide experimentar en sus propias carnes el suero de la invisibilidad que acaba de crear.

Y cuando comprueba que su suero funciona, se dedica a hacer mal aprovechando que nadie puede verle.

Diferencias entre los químicos profesionales y los malos de las películas

El estereotipo de un químico que usa la ciencia para hacer el mal se basa en el miedo al progreso que comenzó a surgir durante la Revolución Industrial.

Aunque era algo que ya estaba latente desde la Edad Media, al relacionar la alquimia —una práctica protocientífica que empleaba elementos de la química— con la magia, el misterio y el esoterismo.

Ya sea por una u otra causa, estos son algunos de los elementos menos acertados que se perpetúan en casi todas las películas de terror:

  • La ciencia lo puede todo: en todas las películas en las que aparece un científico loco se trasluce la sensación de que nos creemos dioses que somos capaces de todo. Y aunque es indudable que la química ha avanzado una barbaridad, bajo ningún concepto los químicos nos pensamos que somos dioses capaces de todo. Trabajamos siempre guiados por la excelencia, pero siendo conscientes de cuáles son nuestros límites.
  • Pierden la cabeza en busca de un objetivo que les obsesiona: salvo excepciones de químicos que han terminado demasiado obsesionados con su trabajo, lo normal es que los químicos mantengamos la objetividad y la cordura en el desarrollo de nuestra profesión.
  • No tienen problemas en experimentar con ellos mismos: los químicos de las películas están tan convencidos de su éxito que no dudan en probar ellos mismos sus avances. Algo que no está contemplado en el procedimiento científico, puesto que hay otros medios para saber si un experimento funciona o no.
  • El éxito de sus experimentos no causa bienestar a la sociedad: al contrario de lo que sucede en las películas —en las que el malvado químico consigue el éxito de sus experimentos, pero con terribles consecuencias para la humanidad—, los profesionales de la química trabajamos siempre pensando en el bienestar de la sociedad. Nuestro objetivo es mejorar las condiciones objetivas de desarrollo de la sociedad en la que vivimos.
  • Las consecuencias de la ciencia producen terror: las consecuencias de un experimento científico generan miedo y pavor. Básicamente esto sucede así porque los científicos locos han roto con sus límites éticos por soberbia o prepotencia. En cambio, los profesionales de la química trabajamos siempre bajo unas premisas éticas que nunca deben romperse ni soslayarse bajo ningún concepto.
  • Algunos científicos de ficción se basan en personajes reales: no podemos negar que a lo largo de la historia han existido científicos excéntricos, locos o con límites éticos discutibles. Pero la inmensa mayoría son personas normales y equilibradas. Además, esa circunstancia no es óbice para estigmatizar a un sector o colectivo en su totalidad.

Con esto queremos dejar claro que la aportación de la química al avance científico y social de la humanidad es incuestionable, por mucho que se empeñen en equipararnos con los estereotipos más infundados.

Hay que tener claro que la ficción se basa en la fantasía y está pensada para el entretenimiento. Y entre todas las películas y novelas que hemos mencionado en este post vas a encontrar muchas horas de disfrute y regocijo.

Pero ten claro que los profesionales de la química no tenemos nada que ver con los personajes que salen en estas películas.

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